Dos
breves apuntes antes de meterme a fondo con las barras. Primero: no suelo
dedicar un post a un único sitio o más bien no solía, porque hoy rompo esa
regla. Segundo: si hay algo que me entusiasma al mismo nivel que los zapatos y
otras frivolidades de la moda, es la serendipia. Muy fan de su incursión en
nuestras foodie vidas y particularmente en la mía.
Walking for serendipia
Soy
muy de barra. Es una de las buenas costumbres que aprendí desde relativamente
joven (ojo: lo sigo siendo o al menos así me siento). No hay mejor cosa que
pegarte a una buena barra, la vedad sea dicha. Gracias a esta gran costumbre he
podido desarrollar flamantes conversaciones con los barmans (o barmen?) y
bartenders (especialmente interesantes si estás en un entorno de puro barrio). Hay
un encanto que denomino como deliciosamente canalla en las barras.
Ahora,
volvamos a la serendipia. Hay veces que vas con una idea clara de destino, pero
por A o por B (A- no has reservado, B- no has reservado) no tienes más remedio
que improvisar una alternativa porque el destino planteado se ha quedado ahí
fuera de tu alcance. Iba a un sitio. Pasado indefinido. Terminé en Rural bar.
Pasado definido y – hay que añadir- que bien definido.
Rural bar es el segundo formato de La Granja Rural Food (ambos en Feraz 36), abierto
hace muy poco. El concepto: pequeña joya con mesas altas y un tamaño lo suficientemente
íntimo como para dar el pego de una barra bien hecha, bien atendida y muy bien
pensada (nota para los ortodoxos: no es una barra de estas ultramodernas que últimamente causan furor, es sensación de barra). Tiene un aire agrovintage que recuerda a la campiña francesa, la
auténtica. Una decoración impecablemente ecológica, mucha madera y más calidez
aún. La carta: muy basada en productos de la granja, huevos, pizzas hechas
sobre una base de hojaldre que saben a gloria, buen hummus, berenjenas, molletes
hechos a mano, croquetas de cabrales, buena aunque escasa selección de vino
ecológico servido en chatos (un chato de vino tiene mucho encanto) y acertada selección
de cervezas con algún que otro guiño belga.
Huevos camperos: Rural food superstar
Lo
mejor? Además de la comida y la decoración que son un acierto per se, el
servicio. Encantadores, parlanchines, divertidos, cero pretensiones. Y aún así
me quedo corta. Un puntazo la vajilla de Duralex y otro puntazo Rodrigo, el
dueño, quien en su momento fue el alma mater (o pater) del Canal Cocina. Un
sitio excelente para quienes como yo sois animales de barra.
PD:
me consta que de vez en cuando pasa por ahí alguna que otra socialité. Healthy
foodies movement.
Rural selfie
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